Turnspit, la raza de perro que la cocina inglesa torturó durante 3 siglos

Aunque parezca mentira, los perros fueron unos ayudantes esenciales de las cocinas inglesas entre el siglo XVII y XIX en un método culinario por el que recibían un duro maltrato de manos de los chefs.



Porque la tarea de rustir una pieza de carne al fuego era agotadora: para que no quedase cruda por un lado y chamuscada por el otro, alguien tenía que estar dando vueltas a una manivela para que la carne girara constantemente, sufriendo un calor insportable.

Como ningún humano aguantaba ese ritmo infermal, se trasladó todo el trabajo sucio a los perros. Los animales pasaban miles de horas dentro de unas ruedas conectadas a una polea que, activadas por el movimiento, hacían girar la carne para que se cocinara uniformemente.

Supusieron tal avance en la cocina que se erigió toda una industria de cría de un tipo especial de perro, el llamado turnspit o Canis Vertigus. Darwin los mencionó como ejemplo de ingeniería genética, puesto que se diseñó la raza con las características que lo hicieran idóneo para esa tortura de trabajo en la que llegaban a movilizar hasta 13 kilos. “Eran alargados, paticortos y feos, con una mirada de sospecha e infelicidad, como si tuvieran miedo de la tarea que tienen que hacer, y esperasen que en cualquier momento los cogieran para ponerlos a trabajar”, según Edward Jessy, autor de Anecdotes of Dogs. Además, no se podían estar quietos y eran muy robustos.

Y si el perro no corría tanto como debía, nadie dudaba en echar unos trozos de brasas ardientes para apremiarlos. Pero la crueldad para con estos animales todavía llegaba más lejos, puesto que no se les solía dar agua mientras se encontraban dentro de la rueda, dice Stephen Coren en su libro Las huellas de patas de la historia.

Los más afortunados se veían reemplazados por otro perro al cabo de dos horas de carrera extenuante, en la que por supuesto no veían ni un pedazo de esa carne que se encargaban de cocinar.

Y tampoco tenían premio por el resto de tareas que les obligaban a hacer: prensar fruta, batir mantequilla, bombear agua o moler grano. Incluso un inventor ensayó una patente de máquina de coser tirada por un perro, aunque nunca se llegó a fabricar.

En el libro The Illustrated Natural History, John George afirma que estos perros eran listos, puesto que “eran capaces de apreciar el paso del tiempo y si no se les relevaba cuando tocaba, saltaban de la rueda sin que se lo dijeran y forzaban a los otros perros a sustituirlos”.

Pero toda esta tortura hacia los perros cocineros sirvió para algo. Según el historiador de la comida William Woys Weaver, los malos tratos que sufrió el turnspit dog enfureció tanto al activista Henry Berg que fundó la Sociedad Americana para la Prevención de la Crueldad contra los Animales (ASPCA).

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Taxidermia de Whiskey, el único turnspit que se conserva
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